Esta expansión fue provocada por la aparición de la filoxera en Francia y la pérdida de buena parte de los viñedos en este país.
Esta situación obligó a encontrar nuevas zonas productoras en lugares vecinos, siendo La Rioja una de las más afortunadas.
Los guardaviñas son construcciones muy características de La Rioja y principalmente de Quel.
Se construían a partir de un fuerte zócalo de piedra que soportaba toda la construcción. La cúpula era la parte más delicada de la obra, y se realizaba aproximando hileras de piedra haciendo círculos concéntricos hasta poder cerrar completamente el chozo.
Existen muchas tipologías, pero los más frecuentes son los circulares con falsa cúpula.
En general están construídos en piedra seca, es decir, no tienen argamasa entre las piedras o la tienen en una cantidad mínima.
En otros casos, como sucede en los de esta zona, se cargaban con un poco más de masa entre las piedras para garantizar su sujección.
Pueden ser de mampostería (construídos con piedra no trabajada), de sillarejo, con algunas de las caras trabajadas y otras no, o incluso de sillería, con todas las caras de la piedra trabajadas, dándoles formas muy regulares.
En los guardaviñas de Quel y en otros próximos es muy frecuente que el acceso se realice mediante la construcción de un arco de piedra en sardinel, dándoles un aspecto diferencial respecto a otros de la región.
Estas construcciones servían de refugio durante las labores del campo, especialmente en la vendimia. Se utilizaban igualmente para vigilar los cultivos en los momentos previos a la cosecha.
Los guardaviñas son uno de los símbolos de identidad de toda la zona vitivinícola de la región y, aunque hoy están en desuso, se siguen cuidando y conservando como elementos patrimoniales de la cultura del vino.
UBICCACIÓN DE LOS GUARDAVIÑAS